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Al igual que en las tragedias del vuelo del Air France 447 o el Spanair 5022, la mayoría de las veces los accidentes aéreos son una confluencia de eventos –una cascada de mala suerte, malas decisiones, políticas inapropiadas de las compañías aéreas, el fracaso de los reguladores y, algunas veces, falta de entrenamiento, o una combinación de todos ellos. Segundos para el Desastre demuestra que la parte de mala suerte es a menudo ayudada por la inagotable y agresiva búsqueda de beneficio a toda costa de las aerolíneas, que contribuye a la decrépita erosión de los estándares de seguridad y pone en serio riesgo tanto la vida de los pasajeros como de las tripulaciones.
Al igual que en las tragedias del vuelo del Air France 447 o el Spanair 5022, la mayoría de las veces los accidentes aéreos son una confluencia de eventos –una cascada de mala suerte, malas decisiones, políticas inapropiadas de las compañías aéreas, el fracaso de los reguladores y, algunas veces, falta de entrenamiento, o una combinación de todos ellos. Segundos para el Desastre demuestra que la parte de mala suerte es a menudo ayudada por la inagotable y agresiva búsqueda de beneficio a toda costa de las aerolíneas, que contribuye a la decrépita erosión de los estándares de seguridad y pone en serio riesgo tanto la vida de los pasajeros como de las tripulaciones.